Las grandes vacaciones en la India
Es difícil resumir un viaje de dos meses en pocas palabras, pero voy a intentar hacerlo.
El viaje empezó por la India, o más exactamente, por el sureste de la península india, una región entre las más ricas de este gran país que se llama KERALA, donde la vida parece más suave, quizás a causa del clima tropical. Aterrizamos en Cochín, donde hay un pequeño centro colonial y donde se celebra una bienal de artes contemporáneas que pudimos visitar.
Kerala es una región (estado) donde el agua es omnipresente: el mar porque está en la costa oeste, y junto al mar, separados por una faja de tierra, canales de agua dulce que forman redes innumerables donde la gente vive, cultiva arroz. Estos canales se llaman “Backwaters” y fueron los únicos lugares de nuestro viaje donde no había ruido… Porque la India es un país donde el ruido es permanente en las calles: los cláxones de los coches, de los “rickshaws”, de las bicis.
Estuvimos tranquilos en un pequeño pueblo donde dormimos tres noches.
La India es ruidosa, pero también colorida: los saris de las mujeres, las flores en todas partes, en las calles donde los vendedores las trenzan para hacer collares, las especias que colorean, los puestos o stands, los platos, las fachadas de las casas, las frutas y verduras de los mercados; y en el campo el verde pálido de los arrozales, el verde más oscuro de las plantaciones de té o de los grandes árboles de la jungla… y el azul del cielo. En resumen, un festival de colores.
Como decía antes, los colores están también en los platos con los sabores de todas esas especias que cultivan los indios: la cúrcuma, el comino, los pimientos rojos muy picantes. Tuvimos un curso de cocina que nos permitió comprender la complejidad de esta cocina. Muchas especias son utilizadas para un plato y cada cocinera tiene sus mezclas de especias.
¡Visitamos algunos templos, pero no demasiados para no estar saturados de religión! Un templo inmenso como una ciudad donde la gente vive, come, duerme… y un templo grabado en la roca con centenas de escalones. Los indios y particularmente, los hinduistas frecuentan mucho sus templos. En el pequeño pueblo donde nos quedamos algunos días, pudimos visitar una escuela muy grande creada por una asociación caritativa sobre todo para permitir a las chicas ir a la escuela, una fábrica de esteras (natte), una factoría de platos elaborados con hojas de plátanos (para evitar el uso del plástico), un hogar para recoger a los niños perdidos o abandonados en las estaciones.
Para completar este viaje muy bien organizado estuvimos en sitios antiguos con esculturas grabadas en las rocas, visitamos Pondicherry, una ciudad colonial francesa, nos bañamos en el mar, asistimos a una función del teatro tradicional, paseamos sobre la espalda de un elefante…
En resumen, un viaje rico en colores, ruido, sensaciones gustativas y olfativas, un buceo en un mundo extranjero, exótico, una civilización antigua, pero siempre presente en los templos y la vida de todos los días. ¡Un descubrimiento!
© Chantal